jueves, 10 de noviembre de 2011

Un ápice de mordacidad diaria

Quepa decir que esto es pura nostalgia. Se trata de una redacción que tiempo ha, en Bachiller, me consiguió buena nota en la asignatura de Lengua y Literatura Castellana e incluso consiguió un puesto en el modesto pero respetable periódico del centro. Está sin revisar. Dicho esto, curioseen a gusto.

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La crisis española

Se define crisis como un estado de peligro integral, riesgo social o económico, sino tal vez del Estado.

En este país, España, la crisis, que en acto de solidaridad compartimos con Portugal y Grecia e Irlanda (a Italia que la salven los Corleone) de la cual dicen se prolongará hasta el dos mil casi veinte. Ahora, me preguntan mi versión.

La crisis es una desgraciada cadena de desdichas. El “boom” inmobiliario (un buen boom con su hongo nuclear y todo) tiró al paro a todo un sector de españolitos prepotentes con mercedes a medio pagar. El tema de la cuestión es que mientras España jugaba a Lego con bloques de hormigón, los compatriotas de Pancho Villa, Cuntaquinte y Abderramán III se metieron a recoger fresas, servir cañas y fregar suelos. ¿Qué pasa? Que ahora lo que sobran son aquellos toros ibéricos hechos borregos. ¿Qué dicen ahora? Que tenemos que estudiar. De ciencias, ya vayas a ingeniería o medicina, todo vuelve a pintar azabache y ébano. Hace un par de años nos dijeron (nos gravaron a fuego) que con un cinco o un seis entrábamos en carrera. Luego un siete…y, bueno. Ahora amigos míos con un once en selectividad entran de rebote.

Así que me veo en ciencias con menos futuro que un vegetariano en el Octoberfest.

Por otro lado tenemos a ese gobierno bipartidista que saben poco más que gruñirse cual marranos encelados. En mi opinión, perdemos tiempo (que es oro, o sea, dinero) en mamarrachadas varias como cierto de porte de balón y césped.

Cual caldera infernal, esta crisis maldita se alimenta de un carbón, un carbón rosa y lelo. El pueblo, al que arremeto de nuevo, está compuesto de protoseres que disfrutan perdiendo horas delante de una Princesa del Pueblo (¡no del mío, señora!) y un Mermelada, todos ellos en vidrio, para ir a malfacer su trabajo con eso del “que lo arregle el que viene detrás”.

Lo que más me preocupa, es la otra generación, esa que viste de sobresaliente en biología, pero no es capaz de atinar en filosofía (si es que lo intentan) o entender la palabra que los definirá, “proletariado”, con la añadida de que estos le incluyen o sustituyen a la prensa rosa por insidiosas telenovelas o programas en las que héroes de quinceañeras aprietan su mandíbula durante todo el capítulo para que se note que es un malote, o cualquier libreto hecho por un juntaletras almibarado. En definitiva señores, lo tenemos. Lo tenemos, ¡Jodido!

FIN

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