domingo, 4 de noviembre de 2012

Brevedad sobre Bárbaros y Romanos


Es típica la imagen de una horda de andrajosos bárbaros entrando a saco en una villa romana, pasándose por el hacha o la entrepierna lo que fueran encontrando. Esto fue cierto, pero las menos veces.
Ese aspecto en mayor medida ficticio de los pueblos germánicos viene dado, en la mayor medida, por el Positivismo Histórico. Esta postura es básicamente “hace la historia de una batalla”. Fijarse exclusivamente en los grandes picos. Cuando, realmente, “No es la historia de Santiago, sino la del mercader, del caminante”, es decir, se debe de estudiar el completo de las circunstancias que rodeaban el contexto, y entonces tal vez entendamos de dónde venimos, y a dónde no debemos volver.
Por esclarecer mentes, diré que la iniciativa, el detonante de las grandes invasiones que causaron la disolución del imperio romano de occidente, fueron los Hunos. Una tribu bárbara de las estepas asiáticas, pero cuidado. Asia no es solo China. Y estos Hunos provenían, aproximadamente, de norte del Cáucaso, algo así como iraníes. Imagínense turcos anchos, bajos, sin barba y rapados, con los cráneos deformados por un ritual brutal. Pues estos Hell Angels a caballo del Mundo Antiguo intentaron invadir al imperio romano de oriente (la mitad derecha del mediterráneo según lo vemos en el mapa, Italia era del imperio occidental), pero estando este bien pertrechado y organizado, hicieron resbalar las invasiones hacia occidente. Realmente la mejor forma de librarse de los bárbaros era pagándoles oro, no se crean ustedes que tal como lo viste Hollywood, a la gente le guste matar y morir.
Esto tal vez pueda sonar gracioso. Estos tipos bajitos y apretados, extremadamente enfadados y con esos diminutos pero forzudos caballos, invadieron, de las peores maneras, a los Godos, Visigodos, Ostrogodos… Y ahora es cuando estos entran en el imperio de occidente…pidiendo socorro y ayuda. Efectivamente, los rudos y rubios germanos pidieron socorro a Roma, pues huyeron en dirección contraria de donde venían los malos; iban hacia occidente. Italia, Galia, Dalmacia, Venecia…
Tampoco era cosa rara ver bárbaros en el imperio. Ya había muchos germanos y otros tipos de bárbaros trabajando las tierras del imperio como aldeanos, y haciendo de criados. O soldados a sueldo, las famosas legiones extranjeras. Otro dato relevante fue que en el 212 se concedió el título de ciudadano romano a todos los súbditos del imperio, lo cual comprendía claro a toda suerte de gentes. Vamos, que los bárbaros no aparecieron de buenas a primeras. Pues bien, allá que entraron estos asustados. Y luego ya, pues bueno. Las típicas revueltas, choques de religiones… Cristianas eh, los romanos eran católicos y los germanos de la herejía de arriano (saben ustedes, una de esas ramas para contar el mismo cuento de otra forma), aunque antes sí hacían culto a Odín y tal. Y a todo esto le sumamos la mala hechura del imperio occidental y el hambre de unos pocos caudillos, y ya si tenemos las buenas peleas y sitios a ciudades.
Otra cosa interesante, importante. Los bárbaros “admiraban” al imperio, querían construirse a sí mismos a imagen y semejanza de estos. A mí me resulta gracioso. Debía de ser como tener a un tipo enajenado y con un hacha al lado tuya que no para de pedirte cosas y que te admira, pero en cuanto que se le rompe un juguete o cree que le has dado pocas medallas, te mata. Y esto pasó, ya le metieron en una candela al emperador Valente, el pobre, en el año 378, por orden del gran caudillo visigodo Alarico.
Y aún así, la cultura grecolatina dejó una impronta indeleble. Tengan ustedes en cuenta que nadie se acuesta en el mundo antiguo y se levanta en la edad media. No. Todo es un proceso irrefrenable de cambio evolutivo. Las culturas se mezclan, se caen los imperios, nacen las ciudades…El ser humano evoluciona, lo que no quiere decir que avance ni que retroceda, el árbol de la vida solo se divide en ramas, y el objetivo siempre es adaptarse.
Porque habrá un romano más cruento que un bárbaro, y un bárbaro más astuto que cualquier romano.

Lord Tinebrius

Con el bolsillo corto y el ingenio a mano, di a luz este breve escrito como regalo de cumpleaños para un amigo. Disfrútenlo.
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Siempre se ha dicho de lugares mágicos, mundos paralelos a la realidad. Atravesar un armario, un andén o un muro custodiado por un anciano maestro de Kung Fu son formas de llegar a ellos. Por desgracia, solo en la Mística Inglaterra, lugar propio de epopeyas mitológicas tales como la de Merlín el Gran Mago de los Pictos, o las juergas de los Leprechauns, e incluso donde el inquietante Peter Pan se lleva niños a su isla.
Pero, ¿Qué ocurre en España? Pues, bien, aquí tenemos nuestros reductos fabulosos, donde a falta de mitología decente, tenemos un refrito de otros lugares. Y ya que estamos por innovar, no narraré ninguna caballeresca aventura de un mozo bien parecido en busca de su amada acompañado de cómicos y entrañables personajes. No. Hablaré de un ser malvado, pero a la antigua usanza. Hablaré, de Lord Tinebrius.
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El sol brillaba sobre los verdes campos que rodeaban la villa de Cutreria. Los labriegos se encaminaban a sus tabernas después de hacer el vago en el campo y las viejas puñeteras se dedicaban a chismorrear y estorbar el tráfico de las carretas. Todo era radiante (y bastante cutre) en la regular Cutreria. ¿Todo? ¡No! Aún quedaba un reducto de vileza entre tanta mojigatería. Sobre unos cerros próximos, se erigía la Torre del Malvado Mal. Una construcción retorcida, desproporcionada y bastante propia del barroco, o algo así. Parecía llevar deshabitada años, pero nada más lejos de la realidad. Si uno tenía los redaños suficientes para acercarse y pegar la oreja a su bizarra puerta, tal vez tuviese la suerte de oír alguna conversación, como la que tenía lugar en estos momentos.
-¡Guiiiiiiiiiido! ¡Guido! ¡Guido maldita sea, donde te metes! ¡Condenado esputo de trol! ¡Asoma tus picudas orejas por aquí, condenado trasgo! –gritó una figura entera ataviada de negro, con una capa y capucha negras. No obstante, llevaba unas cómodas zapatillas de barba de enano, para andar por casa. Estaba sentado en un trono. Pero no uno de esos incómodos tronos de roca, madera u oro con pinchudas gemas, no. Un gran sofá de cuero y lana extremadamente mullido, con cráneos de cabra arriba del altísimo respaldo.
-¡Aquí estoy, su Malvadísima Ominosidad! Estaba haciéndole su gazpacho para merendar…-respondió un pequeño trasgo, verde y tan orejudo como narigudo que se asomó al otro lado de una puerta. Llevaba puesto unos andrajos y un delantal con el emblema “Kiss the Cook”.
-¡Déjate de gazpachos, maldita sea! ¿No ves que te estoy llamando, ridícula criatura? ¡Tráeme mi vara mágica, rápido! ¡Vamos, vamos! –la figura se reincorporó desde su cómoda postura para sentarse al borde de su sillón ancestral. Raudo el trasgo le trajo su vara. Era del más noble roble, finamente tallada y con una empuñadura de terciopelo suave al tacto. En la punta tenía una gema verde engarzada con plata. La figura tenebrosa empuñó la vara fuertemente y azotó virulentamente y con coraje al trasgo, de improviso.

-¡Eso por tardar tanto en preparar mi gazpacho, puñetero cagarro de dragón cojo! –espetó Lord Tinebrius, que era la figura oscura.
-¡Ay, ay! ¡Sí, señor! ¡Golpéeme cuanto..ay ay! ¡Cuánto usted desee! –respondió el pobre trasgo, arrodillado.
-¡Y tráeme mi corona! ¡Quiero pasar revista a las tropas!
El trasgo asintió con extrema cortesía y se marchó rápidamente.
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Tras haber merendado su rico gazpacho elaborado con hortalizas afanadas esa misma mañana de la huerta de un pueblerino, Lord Tinebrius se levantó de su sofá. Su fiel trasgo Guido estaba junto a él, expectante. Los dos quietos. De repenté, Lord Tinebrius le sacudió un varazo en la boca al trasgo.
-¡¿Eres tonto o qué?! ¡No esperaras que vaya andando! ¡Cógeme a caballito, pigmeo idiota! Aaagh…esque tengo que hacerlo todo yo.
Guido se dispuso a coger a su amo, el cual le azotó repetidas veces para que corriese más aprisa. Tras bajar los diecisiete pisos de la torre, guido se desplomó en el descansillo antes de entrar al patio de armas.
-Vamos, ¡gandul! Ábreme la puerta.
-¡Sí, oh su Destructora e Infame Malignidad!
Guido giró el pomo con una reverencia y se hincó de rodillas cuando su amo pasó por delante, para dejarle pasar primero.
Allí, en el patio, se encontraban todas las fuerzas del mal de las que Lord Tinebrius era poseedor. Comenzó a pasar revista, caminando muy erguido por delante de ellas. Guido iba poniendo y quitando dos planchas de oro en el suelo, para que su amo no pisase el sucio plano de los mortales.
-¡Pero qué asquerosa criatura es está! ¿Dónde está mi ogro de dos cabezas?
Dijo señalando a una especie de trol extremadamente delgado. Le moqueaba la bulbosa nariz y apenas medía dos metros de altura. Estaba encorvado y le faltaban casi todos los dientes.
-Ehm, ah…verá, su Oscurísima Pesadilla, el Ministerio de Malas Artes le concedió una beca bastante…corta. Ya sabe como están las cosas. Así que tuvimos que despedir al ogro y contratar a este…esto.
-¡Maldita sea! ¡Con esto no puedo aterrorizar ni a media docena de ancianas decrépitas! ¡Seguro que le dieron becas mayores a esos hideputas estudiosos de la Universidad Maligna! Rápido, sigamos viendo a las tropas, antes de que desintegre a este prototipo de moco.
Siguió andando, y llego a su Regimiento de Almas Oscuras.
-¡Oh! ¡Mis fieles bandidos del mal! ¿Qué tal ha ido esta semana, habéis arrasado muchas aldeas? Vamos, contadme, mis fieros…¿Eh? ¡Guiiiiiido!
-¿Si, mi Monstruosa Horripilantez?
-¡Dónde están mis temibles bárbaros Almas Oscuras! –bramó Lord Tinebrius, señalando a una treintena de ancianos ataviados con armaduras hechas polvo y armas oxidadas que se esforzaban por parecer malvados. A uno de ellos se le calló la dentadura y otros se rieron de él. Uno de los que se reía del viejo desdentado sufrió un ataque de tos y dejó caer su hacha con un sonoro estrépito, que hizo despertarse a otro de los ancianos, éste calvo y con bigotes despeluchados, que estaba apoyado sobre su lanza sin punta.
-Ah, bueno, verá, es que ahora con esto de las jubilaciones a 70 años cuesta renovar a la gente y el tema del mal ya no se lleva mucho, su Excelentísima Tenebrosidad.
-Maldita sea, y encima…-iba diciendo, Lord Tinebrius, cuando uno de los viejos, peinado con una especie de cresta, los dientes podridos y argollas de cobre en las orejas se acercó a él y le dijo:
-Usted perdone, jefe, ¿Podría tomarme un día de asuntos propios?
-¡¿Cómo?! ¡Un día de…! ¡Aaaaaargh! ¡Desintegratus máximus! –Y tras pronunciar estas palabras, un rayo de energía maligna y un bonito color púrpura manó de la punta de sus dedos, y derritió al anciano en un instante, convirtiéndolo en una plasta con olor a quemado. Del susto a uno de los viejos le dio un ataque al corazón y cayó seco, también.
-¡Menudo atajo de sabandijas! ¡Seguro que ya no son capaces ni de violar a una elfa sifilítica! ¿Sabes que te digo, Guido? ¡Que me vuelvo al sofá! ¡Vamos, aúpa!
Diecisiete pisos y varios bastonazos más tarde, Lord Tinebrius volvió a dejarse caer sobre su cómodo sofá.
-¡Guido, tráeme a los gnomos, rápido! –Bramó Lord Tinebrius, enfadado.
Guido pronto volvió con un montón de jaulas a la espalda. Puso una mesita de acero frente a Lord Tinebrius y dejó un mazo de hierro con pinchos al lado del sofá.
-¡Gnomo! –ordenó el señor oscuro. Guido sacó uno de los gnomos de la jaula, el cual estaba atemorizado. Lo dejó sobre la mesita. En un instante, Lord Tinebrius empuñó el mazó e hizo puré al gnomo de un golpe. Guido retiró los restos.
-¡Estoy muy enfadado, Guido! ¡Gnomo! –Guido volvió a poner otro gnomo, y este fue también aplastado -¡No hay forma de ser un villano decente hoy en día! ¡Gnomo! –a este le dio la vuelta como a un calcetín, usando sus poderes arcanos. Quedó hecho un pegote de músculos quejumbrosos -¡Ya ni ejército tenebroso puede tener uno! ¡Dos, dos gnomos! –a estos dos los derritió con un chasquido de dedos -¡Estoy hasta los cojones de este mundo! ¿Sabes qué te digo? ¡Que me iré a otro!
-¿A otro mundo, señor? –Dijo Guido muy sorprendido.
-¡Sí sí, a otro mundo! ¡Estoy harto de este! –Lord Tinebrius se puso en pie rápidamente y prendió en llamas a las jaulas con los gnomos restantes dentro. Se fue corriendo a su laboratorio con Guido siguiéndole.
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El laboratorio era su estancia principal de la torre. Estaba lleno de instrumentos arcaicos. Infinidad de frascos de cristal de todas las medidas, alambiques de diversos tamaños, estanterías repletas de libros y tarros llenos de cosas repulsivas. También un altar y un fuego donde había un gran caldero.
Lord Tinebrius había pintado símbolos extraños sobre el altar. Eran como cinco líneas paralelas con una especie de dibujos parecidos a un renacuajo, con una cabeza y un rabo, además de otros más retorcidos, dispuestos sobre las líneas o entre ellas.
-La Tierra, sí, la Tierra, será un buen lugar.
-¿Está seguro, señor?
-¡Claro que sí, pardiez!
-Pero ya conoce las normas del Tránsito Astral. ¡No llegará tal y como es usted ahora! Primero nacerá como un habitante más de ese mundo aburrido, ¡será un bebé!
-¡Crees que soy tan idiota como tú, insecto parlanchín! ¡A la Tierra he dicho!
-Pero es muy grande, su Señoría Avernal. ¿Adónde irá, a EE.UU?
-¡Ni loco! Allí hay cosas más terribles que yo, como la cadena Fox o esa política de vida basada en trabajar duro. ¡Una pena! Lo del racismo me gustaba.
-¿A Asia, tal vez? Hay mucho terreno por dominar.
-¡Pffuá! Ni loco. Me ponen nervioso esas miradas tan ridículas. Menudos ojos de idiota, tan chiquititos.
-¿Entonces? ¿A Alemania?
-Ojalá, ojalá. Pero ya hubo hace poco un gran dictador, un aficionado realmente. No quiero levantar sospechas.
-Pero, entonces, ¿A dónde?
-¡A España!
-¿España, señor?
-Sí, es el lugar idóneo. Se divierten viendo como matan toros en una plaza. Además, la población es bastante burda y manejable, lo cual es excelente. Hay castillos bastante aprovechables. ¡Y muchas viejas puñeteras a las que defenestrar! Ahora, Guido, todo está listo –los símbolos del altar comenzaron a relucir y a envolver a Lord Tinebrius- ¡Probaré una de esas cosas llamadas Paulaner en cuanto pueda!
-¿A mi salud señor?
-¡No, idiota, a la mía! ¡Muajajajajaja…
Y Lord Tinebrius desapareció en un vórtice de rayos y luces en el día vigesimosegundo del octavo mes de un año perdido en la memoria de los habitantes de Cutreira, que resultó ser el año 1993 de nuestra era terrestre.